A lo largo de mi vida me he encontrado muchas personas que, estando desempeñando la misma labor que otros compañeros, manifestaban un nivel de estrés y sobrecarga laboral muy superior a aquellos.
Según avanzaba el nivel de confianza en el que me relacionaba con muchas de estas personas, comprobaba que, en su vida personal, también presentaban una situación análoga a la laboral.
“Si quiero que salga bien, tengo que hacerlo yo” es una creencia limitadora a la hora de delegar funciones en los que nos rodean. Puede aplicarse tanto a nivel laboral como personal.
Es bastante común que muchas madres de familia impidan al resto de los miembros que “ayuden” con las tareas de la casa, ya que tienen como único parámetro de valoración su propia escala, no dando por buenos los resultados obtenidos por los demás al realizar esa misma tarea.
En la empresa ocurre lo mismo. Responsables de departamentos que no se fían de sus subordinados o compañeros, por lo que han de “estar encima” de todos y cada uno de los procesos, sobrecargándose así de tareas.
En mi opinión, estar convencido de argumentos como el que nos ocupa, implica diversas cuestiones que limitan cualquier proceso productivo en el que han de intervenir diferentes personas.
Posibles incidencias en el equipo:
- Falta de confianza: Pensar que nosotros somos los únicos que podemos hacer las cosas bien, implica desconfiar de la profesionalidad del resto de los miembros de la organización y/o cuestionar su nivel de implicación con el proceso.
- Sobrepresión: Es muy frecuente que las personas que interactúan con ellas en cualquier labor, se sientan más presionadas por la incertidumbre sobre la valoración que éstos harán de los resultados.
- Pérdida de independencia y creatividad: El equipo estará más pendiente de agradar a estas personas que de hacer lo mejor posible su trabajo. Se coartarán a la hora de ser creativos, ya que tendrán como prioridad la realización de los procesos según los criterios establecidos por aquel.
- Menoscabo de Autoestima/falta de reconocimiento: Los miembros del equipo pueden llegar a tener la sensación de que, para estas personas, su profesionalidad no es lo suficientemente buena.
- Caos organizativo: Es frecuente que lleven a la entidad a un caos organizativo en el que no estén bien delimitadas las funciones de cada miembro, ni hasta qué punto influye cada uno en el resultado final. Acumulan tareas que, en principio, no les corresponden.
Incidencias en la propia persona:
- Sensación de imprescindibilidad: Las personas que tienen arraigado este pensamiento, aun pudiendo ser de forma inconsciente, se sienten imprescindibles, con todo lo que eso conlleva.
- Perdida de objetividad valorativa: Es un proceso de retroalimentación y autoconvencimiento constante, por lo que se pierde la objetividad a la hora de valorar los resultados obtenidos por los demás. Su punto de vista es el único válido.
- Pérdida de aprendizaje: Al no favorecer la aportación de ideas del resto de la organización se pierde la retroalimentación del grupo. Todos podemos aprender de todos, mientras que ellos se pierden gran parte de ese aprendizaje.
- Sobrecarga de trabajo: Aquellos que tienen esta creencia tendrán que realizar sus funciones al tiempo que necesitarán de tiempo extra para cubrir la acción o supervisión de los otros componentes.