A menudo, escucho frases como tengo que hacer, tengo que ir, tengo que reunirme con mi jefe, tengo que ayudar a mi compañer@… lo que supone cuando las digo en alto o las escucho de otra persona, es una sensación de agobio, un cierto malestar a llevar a cabo lo que digo.
Entonces, en este momento, lo que es conveniente que realice, se vuelve una losa y me vuelvo pesada porque siento que llevo una mochila de grandes piedras. ¿Siento obligación?
Sin embargo, cuando escucho frases como quiero hacer, quiero ir, quiero reunirme con mi jeje, quiero ayudar a mi compañer@… me da serenidad, tranquilidad, sosiego, entusiasmo y me atrevería a decir, hasta un control de la situación que voy a realizar, me siento seguro y actúo de manera autónoma. ¿Lo siento como obligación o como responsabilidad?
Al sentir la obligación, que viene del latín ob-ligare, significa atar o dejar ligado, no me planteo una elección posible, es lo que es, sin más. En cambio, cuando hay responsabilidad, como habilidad para dar respuesta, como valor que está en la conciencia de cada un@, soy yo el que actúa conscientemente y, además, me estoy dando la posibilidad de modificar, de cambiar y me siento el protagonista de lo que decido (lo hago mío), adquiriendo capacidad de elección.
“Cuando adquieres tu responsabilidad en una obligación, deja de ser obligación y pasa a ser compromiso”
Y vosotr@s, ¿desde dónde queréis afrontar las tareas desde la obligación o desde la responsabilidad? ¿qué os gustaría hacer para hablar desde el quiero y no desde el debo? ¿qué beneficios obtenéis cuando actuáis con responsabilidad?