
Modelo Cognitivo-Conductual y
el reto de las irracionalidades
Como coaches tenemos la opción de trabajar con un único modelo: Humanista, Cognitivo- Conductual o Sistémico, y también la posibilidad de navegar entre uno y otro según nos va demandando cada cliente, cada sesión y cada situación.
En mi opinión, el trabajar con varios modelos proporciona mayor riqueza ya que todos ellos aportan una visión holística, aunque diferenciada, así como un conjunto de herramientas eficaces para acompañar a nuestros clientes en cada paso de su proceso. Este cambio de modelo durante la sesión o el proceso es consciente para nosotros y a la vez transparente para el cliente.
Dentro de estos tres enfoques, el cognitivo-conductual es posiblemente con el que más he trabajado, por las competencias que se ponen en práctica y por cómo éstas me ayudan y ayudan a mis clientes. También, y especialmente, por la eficacia de este modelo en la identificación y gestión de irracionalidades cognitivas y creencias limitantes, que son dos enemigos fuertes y recurrentes con los que nos encontramos los seres humanos en nuestro día a día y que, en la mayoría de los casos, son causa importante de nuestro sufrimiento.
Cuando pienso en ello, me veo como una cazadora de mariposas, atenta con mi red para detectar y cazar al vuelo irracionalidades y creencias. Esta función del coach me parece no solo importantísima, sino muy enriquecedora, ya que permite conectar con la esencia de cada cliente, con aquello que seguramente le ha influido, limitado e incluso amargado, la mayor parte de su vida. Estamos detectando “puntos de dolor” en nuestros clientes.
Y detectarlos cuando tienes la mente entrenada, no es demasiado complicado. En casi todos los procesos de coaching que he llevado a cabo he podido identificar tanto irracionalidades cognitivas, como creencias limitantes. En algunos casos, no suponían un impedimento para que el cliente consiguiera su objetivo, sin embargo, en la mayoría de los casos eran como mínimo, un condicionante importante. La exigencia (“debería”) de tener todo bajo control, de no cometer errores, de ayudar siempre a los demás, de llegar a ser alguien “importante” o la creencia de no ser suficientemente inteligente o de que nadie te valora, son algunos ejemplos de disfuncionalidades que hacen o hacían sufrir a mis clientes.
En el enfoque cognitivo-conductual trabajamos desde la asunción de que las creencias (Beliefs – B) sobre los acontecimientos (A) que nos suceden, y no los propios acontecimientos, son los que en la mayoría de los casos producen las consecuencias (C) cognitivas, conductuales y emocionales. Lo fundamental, por lo tanto, es enseñar a nuestros clientes a ser conscientes de estos significados disfuncionales (Clarificar) y a modificarlos a través de pequeños cambios para, a su vez, modificar las consecuencias y conseguir los objetivos acordados.
Para ello, el coach va generando movimiento como si se tratara de un baile de salón ensayado. Solo que en coaching no hay ensayo, el baile se va desarrollando a medida que “suena la música”, alineando los movimientos del cliente a los del coach y viceversa. Y lo importante es que si hay movimiento se generan cambios: la magia del baile, la magia del coaching.
¿Y cómo conseguimos ese movimiento y esos cambios?: Identificando
y/o generando disonancias cognitivas y señalizándolas (de la forma más
sutil posible). Existen varias técnicas para ayudar a generar estas
disonancias cognitivas, a mí me parecen especialmente útiles la generación de escenarios diferentes, la experimentación y la visualización.
Hay un cliente que insiste con frecuencia en lo poco valorado que está a pesar de los resultados tan buenos que considera que está obteniendo y de todo su esfuerzo. Por otro lado, me indica que ha recibido elogios y que, además le han ofrecido la oportunidad de realizar funciones de mayor responsabilidad. En este caso, podemos observar que existe descalificación de lo positivo (porque mi cliente considera que esta oportunidad “se la dan a cualquiera”) e inferencia arbitraria (porque cuando pregunté al cliente por las evidencias, no existían …y en este momento se generó la disonancia).
Es un momento maravilloso cuando aparece la disonancia y el cliente es capaz de interiorizarla y de mirar a su presente/futuro con otras gafas. Otra de mis clientas me dijo al final de la sesión “me he dado cuenta de que, a pesar de mi situación (está en terapia por stress), yo también soy capaz de hacer cambios” – la positividad con la que mi clienta salió de la sesión me dejó “una sonrisa puesta” todo el día por empatía hacia ella.
Otro de los aspectos que suelo trabajar con frecuencia, recogido en el modelo SPACE del enfoque cognitivo-conductual, es el impacto de las emociones sobre nuestra biología (somatización). Hay clientes que no pueden dormir ante una situación preocupante, de stress o incluso de alegría y excitación, otros que sienten que les falta el aire, en otros casos son dolores de cabeza o molestias estomacales. Está claro, y existen numerosos estudios al respecto, que las emociones condicionan de manera sustancial nuestro bienestar físico.
Las prácticas de relajación son una gran ayuda que llevo utilizando desde hace varios años, en especial meditación, escaneo corporal y técnicas de Mindfulness (que a su vez puede utilizar las dos anteriores). En estos momentos estoy avanzando en el modelo MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction), que comprende un conjunto de lecturas, vídeos y prácticas de meditación y yoga.
Con mis clientes trabajo estas técnicas durante las sesiones y como recomendación para su día a día con el objetivo de dotarles de herramientas que les permitan relajarse ante esas situaciones de stress, ansiedad, ira, excitación, etc. En las sesiones son muy útiles porque nos permiten trabajar el “aquí y ahora”, para salir de las limitaciones y condicionantes que los clientes traen de su pasado.
Y por último, aunque sea lo primero en lo que debemos enfocarnos como coaches, quiero destacar la importancia de la competencia CONFIAR y cómo se trabaja desde el modelo cognitivo-conductual.
En este modelo los coaches fomentan la comunicación: por un lado la comunicación interna del cliente, es decir, la introspección que le va a permitir ser más consciente de su realidad y llegar a profundizar en ideas y conclusiones que por sí solo no hubiera llegado; por otro lado la comunicación entre el cliente y el coach desde una perspectiva unívoca del cliente (cliente- cliente), lo que también fomenta ese diálogo del cliente consigo mismo y, además, siendo conscientes de la interpretación que cada uno hace de la realidad en base a los sesgos/creencias, con esto evitamos (mal)interpretar la realidad del cliente.
Para conseguir lo anterior, es necesario que la comunicación del coach sea auténtica. Solo desde esta autenticidad y respeto por la comunicación desde el cliente, se generará el nivel de confianza necesario para que nuestros clientes se expresen también de manera genuina y profunda y consigan esa reflexión que buscamos y esos cambios que necesitan.
María del Mar Álvarez Sanz