“La capacidad de identificar y de aclarar los disgustos míos y los de los demás es la clave más significativa para incrementar la productividad en nuestra economía” D.R. Frint ( Co- fundador de “2130 partners”)
Dice Dwight Frint que ha planteado muchas veces a sus clientes, líderes ejecutivos, la siguiente sencilla pregunta: ¿ a qué hora podrías volver a casa si todos en tu empresa vinieran a ella sencillamente a trabajar, hacer sus tareas y salir del
trabajo?. La respuesta le sorprendió al principio; luego no tanto porque era la misma que le daban muchos ejecutivos: “entre las 10,30 y las 11 de la mañana”.
Lo cual plantea una segunda pregunta : si tantos ejecutivos podrían volver a casa antes de almorzar, si todo el mundo se presentara al trabajo e hiciera su tarea, ¿ a qué dedican tanto tiempo los ejecutivos?. Los clientes responden sin reparos: angustia, conocida comúnmente como disgustos o malestar. La parte del trabajo ejecutivo que necesita más tiempo consiste en gestionar las interacciones angustiosas o ansiosas en sus equipos, de forma que puedan dedicarse a la tarea encomendada.
Bueno, quizá los ejecutivos encuestados exageran, motivados quizá por la frustración y un humor ácido, pero aunque quizá nunca podrían volver a casa antes de mediodía , es razonable suponer que podrían ahorrar hasta 500 horas anuales si no tuvieran que intervenir en esas interrelaciones emocionalmente problemáticas y dedicarlas a tareas creativas.
Angustia o sufrimiento, ¿qué queremos decir?: usamos ambos términos para resumir un amplio abanico de reacciones que temporalmente imposibilitan a las personas para tener un comportamiento productivo y reflexivo. Estas reacciones pueden variar desde una frustración ligera a una ira incontrolada e incluyen vergüenza o pena, tristeza, impaciencia, agitación, preocupación y miedo. En cada caso, las personas lo experimentan como, siendo o no reales las causas, actúan como si su supervivencia estuviera amenazada.
El sistema límbico del cerebro está asociado a la emoción y a la memoria. Dentro de él están las amígdalas , dos racimos de neuronas con la forma de almendra y cuya responsabilidad primaria es vigilar los peligros que pueden acecharnos y avisarnos de amenazas inminentes. Un “secuestro límbico” se produce cuando se activan las amígdalas produciendo sensaciones físicas de sufrimiento, manos sudorosas, tensión en los hombros, etc.; a medida que aumenta la intensidad del sufrimiento, disminuyen nuestras capacidades racionales cognitivas.
Teniendo en cuenta las reacciones instintivas físicas asociadas a sentirse molesto o disgustado, no sorprende que no ayuden mucho los estilos de formación y de entrenamiento basados en aprendizajes conceptuales, aunque sean avanzados. La información que recibimos en esos seminarios y talleres la almacenamos y procesamos en la corteza cerebral , la parte “más nueva” del cerebro; pero como hemos visto, cuando nos alteramos empezamos a funcionar desde un lugar completamente diferente, otra parte del cerebro.
¿Cómo podemos tender un puente entre el cerebro sintiente y el racional?; ¿cómo utilizamos a la vez nuestro razonamiento más elevado y nuestra pasión emocional que activa una buena parte de nuestra inspiración y creatividad?; ¿qué haremos para minimizar la reactividad y el estrés al tiempo que incrementamos la productividad y el orgullo compartido de ser dueños de nosotros mismos?. Los lideres pueden utilizar las respuestas para recuperar parte del tiempo dedicado a pensar e incrementar su capacidad para centrarse en las cuestiones empresariales claves.
Lo vemos una y otra vez: a medida que los líderes empiezan a experimentar las ventajas de “desestresarse” emocionalmente, los recursos dedicados a ello son una inversión en el entrenamiento de los demás. De la misma forma que el estrés creciente crea en el equipo una bola de nieve, el control límbico de los líderes pueden desarrollar una especie de inercia contraria, convirtiendo el estrés en “euestrés”( un estrés sano y productivo, como la satisfacción de perseguir una meta difícil).
Aunque se necesita tiempo para lograr cambios duraderos, existen unos pocos pasos que se pueden utilizar para reparar inmediatamente el daño del dolor emocional. Estos pasos diagnósticos y las correspondientes intervenciones son tanto conceptuales como físicos. Proporcionan información al intelecto y al cuerpo las herramientas para cambiar tanto las experiencias como el comportamiento.
De todo esto nos hablará Paul Brown el dia 1 de marzo en Madrid en una única oportunidad para todos los profesionales interesados en las personas y el management.