La Democión genera Emociones

Por: C. Sangrador

 

LA DEMOCIÓN GENERA EMOCIONES

 

Estamos preparados para ganar, para triunfar. Nos gusta el éxito y nos acostumbramos a él. Pero, en ocasiones, las cosas no salen como deseamos, no nos valoran como quisiéramos o no llegamos a las metas que nosotros mismos nos marcamos o que nuestra organización espera de nosotros.

En ese momento nuestro mundo se viene abajo, aparece la decepción, la tristeza, la frustración y es el momento de ejercer la autocompasión, el respeto por uno mismo, la aceptación a pesar del fracaso. Fracasar solo es un modo de ver la realidad pero hay otros.” CSM

 

 

Se presenta en mi consulta un ejecutivo bancario, que me comenta que desea que le acompañe en un proceso de coaching, por haber sido democionado en la empresa en la que llevaba ejerciendo su actividad profesional desde hacía veinte años.

En una primera aproximación, mientras cuenta su situación, observo una agitación que se advierte por su verborrea, por la elevación del tono de su voz, por su respiración rápida y entrecortada.

Le propongo realizar un ejercicio de relajación guiada al que accede.

No obstante su aceptación, durante los tres primeros minutos observo una tensión muscular, manifestada por bruxismo, puños apretados y ojos cerrados de modo forzado, que va remitiendo cuando es capaz de dejarse llevar por la dirección de mis palabras, enfocadas a la relajación. Al intuir que comienza una desactivación fisiológica, con un descenso del ritmo respiratorio y una distensión muscular, le pregunto si desea seguir hablando.

Asiente y me cuenta que a los dieciocho años entró en la entidad bancaria como botones. Comenta además, que siempre había estado muy bien considerado por sus superiores por lo que había conseguido tres ascensos a lo largo de su vida profesional, hasta haber alcanzado el nivel de director de una oficina con veinte empleados a su cargo.

Me dio la impresión de que se expresaba de modo más sereno y en ese momento le pregunté cómo se sentía. Contestó que se sentía utilizado, decepcionado y fracasado. Me habló de un gran resentimiento hacia su último jefe, tachándole de dictador, de insensible por no haber sido capaz de captar su implicación en la empresa.

Me comentó que su jefe no había tenido en cuenta su situación personal, cuando su mujer enfermó y tuvo que acompañarla a las sesiones de quimioterapia. En ese momento su respiración volvió a agitarse y sus palabras se precipitaban.

“¡Solamente miraba la cuenta de resultados.“. “¡La maldita cuenta de resultados es lo único que importa!”, repetía una y otra vez, con la expresión facial desencajada.

“Me han utilizado”, dijo tres veces, mientras elevaba la voz cada vez más, como si en ese momento hubiera entrado en insight, descubriendo su verdad respecto a esta democión.

De repente, hubo un punto de inflexión. Frenó en seco. Se hizo un silencio casi demoledor de varios segundos, que respeté.

Tras este tiempo reanudó su discurso. Pero ya no se respiraba un clima de ira, de cólera y de resentimiento como el que había imperado hasta ese instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras relataba la fiesta sorpresa que le preparó su mujer cuando logró su esperado y deseado ascenso a director de oficina.

“Nunca olvidaré ese día. Mis mejores amigos y mis hermanos estaban junto a la chimenea esperándome para celebrar mi éxito profesional. Fue uno de los mejores días de mi vida”. Entonces, rompió a llorar amargamente.

Impresionaba ver a un hombre de cincuenta y dos años venirse abajo.

Siguió llorando ante mi mirada, mitad atenta, con la intención de que se sintiera acompañado, mitad discreta, retirando de vez en cuando el encuentro de nuestros ojos, con el fin de dejarle su espacio. Le extendí un paquete de kleenex y le ofrecí un vaso de agua.

Cuando parecía volver a la calma, le pedí ayuda para desenredar una cadena de plata que tenía en una cajita para estas ocasiones. Era mi modo de intentar desfocalizara la atención de lo que se vive como drama.

Le dije que, si lo deseaba, podía seguir hablando.

Mientras desenredaba la cadena me empezó a contar la vergüenza que sentía por su descenso. Dijo que no se lo había contado a su mujer todavía porque la iba a decepcionar.

Ante mi pregunta “¿de verdad crees que la vas a decepcionar?”, contestó que no estaba seguro de si la decepcionaría a ella, pero que él estaba muy decepcionado porque se veía sin valor.

Le invité a levantarse y venir conmigo. Mostrándole un billete de 50€ le pregunté el valor que tenía. Después arrugué el billete, lo hice una bola, lo pisé y le pregunté si creía que ese billete ya no tenía valor. Él me dijo que valía lo mismo.

Se sentó y le pregunté si quería hablar sobre el “juego del billete”. Me dijo que le iba a venir muy bien para explicar a su esposa lo que le había pasado.

Continuamos hablando y al ponerle a observar todos los sentimientos de los que había hablado, ira, cólera, decepción, vergüenza… creyó que lo que primaba era el miedo a decir a sus seres allegados que le habían democionado. El hablar sobre ello le había hecho entenderse mejor.

Así, al preguntarle qué se llevaba de la sesión, me dijo que, aunque estaba triste, se sentía fortalecido, porque se había dado cuenta de que el mayor miedo que tenía no era haber bajado de nivel profesional sino decepcionar a sus personas más próximas.

Antes de finalizar la sesión le pregunté qué pensaba hacer hasta la próxima sesión y contestó que iba a organizar una comida para contar lo que había sucedido a sus seres querido porque eso le quitaría dramatismo.

   CONCLUSIÓN

El diagnóstico de las emociones es el mejor punto de partida para asimilarlas, conocer el efecto que está provocando en la persona y, de este modo, procesarlas para poder dar paso a su transformación en otras emociones más beneficiosas para la consecución de nuestras metas.

El coaching es un proceso excelente para canalizar emociones.

 

TRAS EL PROCESO DE COACHING

Mi cliente no solamente aceptó su situación sino que además, llegó a ver las oportunidades que se le abrían tras su descenso, valoró el tiempo extra del que disponía para estar con su familia y amigos. Dijo tener sentimiento de liberación por quitarse las responsabilidades de su cargo de director.

Cuando le pregunté qué emociones sentía tras este proceso de coaching hablo de liberación, de ilusión y de ganas de vivir. ¿Es magia? No, es coaching. Es el poder del proceso de acompañamiento.

 CONCHITA SANGRADOR MORENO

Coach Ejecutivo-Organizativo Profesional

 

 

 

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