En una reciente sesión de coaching donde mi cliente estaba tratando de ver cómo modificar un rasgo de su carácter con el que no estaba satisfecho, repentinamente, sin esperarlo
ninguno de los dos, y relacionándolo con algo de su pasado, apareció la emoción de la tristeza. Hubo varias reacciones corporales como primeros indicadores de lo que sucedía: la mirada fue bajando, los brazos fueron cruzándose sobre el cuerpo, se fue haciendo como más pequeño, y simultáneamente aparecieron lágrimas en sus ojos. Los sentimientos que transmitía en ese momento eran de debilidad, inseguridad y sobre todo dolor y el pensamiento que transmitió únicamente fue de no quiero seguir por ahí de momento porque me duele y no me sirve de nada.
Fue interesante que él pudiera ser consciente de lo que le producía tristeza y cómo datos del pasado su mente los relacionaba con detalles del ahora y eso dio pie a intentar ahondar en sesiones posteriores, ya no desde la tristeza, sino desde la aceptación, y avanzar en lo que quería potenciar