Steeve Jobs, visionario, pensaba en algún producto tecnológico que le gustaría tener a él o al resto de la gente. Lo visionaba y lo producía. De esta manera, gracias a dichas visiones alcanzó el éxito.
Hace un tiempo yo también reflexioné sobre qué emociones le gustaría sentir a las personas en sus lugares de trabajo. Me preguntaba por qué mucha gente teniendo trabajo, algunos trabajando en aquello que les gusta, otros incluso teniendo buenos sueldos, no están satisfechos ni disfrutan en sus empresas. Puede resultar muy delicado hablar de este tema en un tiempo como este en el que hay casi cinco millones de dramas personales en mi querida España; en el que la mayoría de las personas están realizando trabajos como medio de subsistencia y no como medio de realización personal y profesional. Pero hay demasiadas emociones negativas que están influyendo en el trabajo de las personas y en su bienestar, y que considero que podrían reducirse.
Con mucha frecuencia me encuentro con personas que a los pocos meses de estar trabajando en lo que les gusta, se sienten descontentos, se sienten tristes, frustrados, con ganas de “tirar la toalla”, algunos incluso la “tiran” y abandonan el trabajo para marcharse a sus casas. Es decir, no se esperan siquiera a encontrar otro trabajo. Se marchan, dicen, para no poner en riesgo su estabilidad física y mental. Curiosamente, cuando hablas con esta gente y les preguntas cuál es la razón por la que no son felices en su trabajo, son pocos los que me responden “que mi trabajo es una mierda”. La gran mayoría me dicen que su jefe es insufrible y que no soportan más. Es decir, que los motivos fundamentales por los que la gente sufre en sus trabajos están más relacionados con las personas con las que tratan a diario, que con la tarea que desempeñan, aunque a veces es ésta la que verdaderamente les está manteniendo con un poco de ilusión. Reconozco que de la misma manera que existe la bondad, también existe la maldad, pero con mucha frecuencia las personas se comportan haciendo daño sin intención de hacerlo, porque carecen de habilidades para relacionarse con las personas.
Esta semana hablaba con una persona de su situación laboral, y se le rompió la voz y los ojos se le llenaron de lagrimas cuando le pregunté “¿cómo te sientes cuando te despiertas cada mañana para ir a trabajar?”. Me respondió “Te puedes imaginar”, y se calló intentando sujetar sus emociones. “Dímelo tú”, le respondí. Con voz entrecortada por el casi llanto me dijo que estaba donde quería estar, haciendo lo que siempre había deseado hacer, pero que la persona que tenía como jefe le hacía sentirse una persona inútil, torpe. Me dijo que había rechazado otros trabajos por el que tenía actualmente, y que siempre había sentido seguridad y confianza en su saber hacer, pero esta persona conseguía despertar sus sentimientos de torpeza y de falta de seguridad en todo lo que hacía. A pesar de esto tenía que aguantar porque necesitaba trabajar.
Una vez más se hacía evidente el “Efecto Pigmalión”.
Yo, de la misma manera que Steve Jobs, tengo mi sueño por el que llevo unos años viviendo: mejorar el entorno laboral de las personas, ayudar a que se sientan felices no solo con lo que hacen sino también con quienes lo hacen. Esta es mi visión, para ello es para lo que me he estado formando estos últimos años y que ahora estoy retornando y transmitiendo a otras personas. Porque no es suficiente con visionarlo y ponerse a ello, sino que es necesario formarse específicamente para lo que quieres hacer. Steve Jobs parece ser que es lo que hizo, prescindir de la formación que no le aportaba nada y utilizó todo su tiempo en formarse en aquello que le serviría para sus sueños profesionales.
Lo que me llevó a formarme en la Psicología fueron sus fines, tales como estudiar el comportamiento humano para contribuir a mejorar, reforzar y mantener la salud psicológica de las personas. Lo que me llevó a formarme en el Coaching Psicológico también fueron sus fines: Facilitar el desarrollo personal y profesional de las personas, potenciando sus fortalezas, reinterpretando las situaciones, descubriendo qué otras habilidades necesitaría tener para alcanzar sus objetivos deseados y expresados, cuándo y cómo los conseguiría; encontrar y persistir en la motivación por lo que hace, sintiendo la satisfacción del trabajo bien realizado.
La gran potencia del Coaching Psicológico se encuentra en que contribuye a que la persona vaya autoconociéndose poco a poco, vaya descubriendo todas las capacidades y habilidades que tiene, pero que desconoce. Y es que los seres humanos desconocemos todo el potencial que tenemos y que somos. Esta es una de las grandezas del Coaching Psicológico, que te lleva a ser consciente, y de forma realista, de todas tus capacidades con las que conseguir aquello que deseas ser o tener; que te descubre un amplio campo de posibilidades que antes no eras capaz de ver; que te impulsa, no solo a cuestionar todas aquellas creencias que te están limitando y bloqueando, sino también a sustituirlas por otras creencias potenciadoras, que te impulsan a la acción; que te muestra cómo gestionar tus emociones y las de las personas con las que te relacionas. Es decir, te ayuda a creer en ti mismo, a confiar en ti, en tu trabajo, en tus posibilidades, a ver oportunidades y retos en lugar de amenazas y peligros, a ser persistente cuando trabajas para alcanzar aquello en lo que crees y que amas.
Porque cuando uno sabe lo que es y lo que tiene en su interior, cuando uno se conoce bien, descubre y sabe gestionar todo su potencial, es difícil que otras personas puedan hacerte sentir aquello que no eres.