
Victima o Protagonista
¿En qué consiste?
No pocas veces nuestros deseos chocan con la realidad. Recuerdo una organización en la que un Jefe de Equipo insistía cada día a sus comerciales que debían cambiar la realidad cuando esta les era adversa y ponía en dificultad el logro de objetivos.
El mandato casi nunca conseguía hacer que las cosas cambiasen. Es más, en muchas de las ocasiones contribuía a que se produjese todo lo contrario: desánimo, frustración, ganas de abandonar,…, y sobre todo la generación de un gran desasosiego interno en cada una de las personas del equipo y un serio sentimiento de inoperancia, de incapacidad y de derrota personal. Pero no por ello el “jefe” de equipo cedía en el contenido de sus mensajes.
Sin animo de ser simplista, quiero centrarme en dos modos actitudinales de afrontar la realidad que nos envuelve: uno de ellos es considerarnos víctimas de esa misma realidad y el otro ser protagonistas de ella.
El primer modo, curiosamente, tiene un gran atractivo para la persona que lo adopta. De entrada, todo sucede fuera de él. Él no propicia que se de una situación adversa, y está en lo cierto. Al ser así, el sentimiento de que es el entorno el que le amenaza y conspira contra él, agrediéndole, crece exponencialmente a medida que van sucediéndose los acontecimientos.
Pero, ¿dónde está el beneficio?, en la no culpabilidad. Nada de lo que sucede se debe a su comportamiento, lo que le ayuda a está “libre de culpa”. Así, le es lícito generar una actitud extrapunitiva que le permite, cognitivamente, entender y justificar una situación en la que: nadie le protege, nadie se preocupa por él porque el mundo se ha vuelto en su contra,… Hay una “ganancia” neta, ya que le compensa considerarse victima para desarrollar el sentimiento enraizado de que “no es posible hacer nada”, justificación suficiente para, realmente, no hacer nada.
La segunda de ellas es más dura para la persona. Parte de la certeza de que las cosas suceden de modo distinto a lo que nos gustaría, pero considerando que puede hacer algo. De algún modo la persona puede adoptar una postura que le ayude a influir, en la medida de lo posible, en los acontecimientos negativos, aunque no llegue a modificarlos, pero le empodera para emprender la acción. ¡Esta es la diferencia entre una y otra postura!
Es esta actitud a la que llamamos “ser protagonista”. Desde el protagonismo somos actores de nuestra realidad y esa es la parte más interesante. Lo es porque desde ella tenemos capacidad, al menos, para decidir con qué actitud queremos afrontar esa realidad, aunque no esté en nuestras manos el poder cambiarla, tal como siempre dijo V. Frank.
No construimos nuestras vidas desde el victimismo, antes bien, desde él, contribuimos a consolidar nuestra derrota personal. Es necesario reenfocar nuestra mirada y cambiar nuestra interpretación de la estructura de la realidad. Las cosas son como son, pero nuestra capacidad de enfocar y dar sentido y significado a cada situación que la vida nos presenta es innegable que está ahí para ser desarrollada y explotada.
Los avances y retrocesos que se dan en nuestra vida dependen en gran parte de nuestra postura interior, la cual nos posibilita o imposibilita para conseguir las metas que nos proponemos y no dejarnos vencer por los hechos externos.
Nuestro enfoque personal a la hora de evaluar las cosas que nos rodean nos marca. Podemos considerar que nuestro entorno nos ayuda y nos da oportunidades de crecimiento, o que nos anula y nos impide alcanzar aquellas metas que queremos y necesitamos alcanzar.
Adoptar esta segunda postura evidencia en nosotros una débil capacidad para tomar decisiones y comprometernos con nosotros mismos, lo que limita nuestra capacidad de esfuerzo y pone en déficit nuestro propio autoconocimiento personal. Es clave identificar y echar fuera todos los pensamientos e ideas que nos limitan y frenan nuestras capacidades ya que, aunque consideremos que carecemos de ellas, siguen estando ahí.
Solución
¿Hay solución?. Empecemos por reconocer que ésta es una de las amenazas interiores que tenemos, y que para vencerla deberíamos ubicar adecuadamente cada uno de nuestros pensamientos para que no reaviven nuestros miedos, nuestras incongruencias, nuestros frenos para hacer frente a las dificultades que la vida nos va poniendo, las cuales, muchas de ellas, son reales, pero otras no lo son tanto. Son fruto de nuestra creencia y nuestra disponibilidad para elegir ser victimas, en vez de protagonistas.