
Sindrome del Jefe Omnipresente
¿En qué consiste?
No sé si te suena esa frase tan de jefe de “Es que si no lo hago yo, las cosas ni están bien ni salen”. Igual hasta ya tienes en mente la imagen de la persona que la pronuncia….
Permanente estado de “agobio-agobiante”, desconfianza absoluta, control enfermizo, omnipresencia en todo y en todos… Éstos son algunos de los síntomas que presentan los jefes que padecen esta creencia limitante que he denominado el “síndrome del jefe omnipresente”.
Suelen ser personas que, enarbolando la bandera del perfeccionismo, no consienten que nada de lo que se trabaje o se diga en su departamento no pase previamente por su persona. Debe estar enterado y supervisar absolutamente todo lo que se haga en su departamento (independientemente de la relevancia, el contenido o la circunstancia). No hay reunión sin jefe, no hay decisión sin jefe, no hay avance sin su revisión, corrección y aprobación. Cada tarea realizada en el departamento debe pasar por su subjetivo “proceso de calidad”.
Así pues, lo que estos jefes entienden como una actitud de contribución positiva a su entorno y su empresa, termina siendo el lastre que impide avanzar con eficiencia el desarrollo del trabajo y, lo que es más importante, el desarrollo de las personas.
En este sentido, estos jefes, imponiendo su omnipresencia, no sólo retrasan los tiempos de ejecución y resolución del contenido de trabajo, sino que están gritando a pleno pulmón que no confían en su equipo. Y éste es el germen de la desmotivación, la aniquilación de la iniciativa personal, la riqueza y el potencial del departamento como suma de personas. Y es que, como bien dice el refrán, la unión hace la fuerza. Los empleados viven en un entorno de trabajo en el que se les transmite que da igual lo que piensen o digan porque ni se les pregunta su opinión ni se les escucha; da igual lo que hagan y cómo lo hagan, porque luego el jefe “corrector-censurador” rehace hasta el último punto y coma; se sienten meros “curritos” sin voz ni voto a las órdenes del todopoderoso jefe que, obviamente, es el único que conoce, sabe y hace. Y, continuando con esa lógica aplastante del que sufre el “síndrome del jefe omnipresente”, por eso tiene contratadas a veinte personas en el departamento que fueron seleccionadas por vete tú a saber qué criterios, para que le “ayuden” a sacar “su” trabajo.
Creo que para desmontar esta creencia que, por razones obvias, es limitante tanto para el desarrollo del propio jefe (las personas nos enriquecemos por y con los demás) como para el desarrollo de cada uno de los empleados y el buen hacer del departamento, bastaría con que el jefe dedicara un tiempo a conocerse y a conocer realmente a su equipo (de ahí podría tomar conciencia de la complementariedad de sus destrezas personales con las del equipo) y, además, que se pasara durante un tiempo por otro departamento cuyo jefe supiera delegar. Por mi experiencia, no es la falta de voluntad si no el desconocimiento y el miedo al fracaso lo que les lleva a estos jefes omnipresentes a seguir trabajando como todos para uno en lugar de uno para todos. Por eso pienso que el poder vivir de primera mano, en un caso real (otro departamento de la empresa) los resultados que tendría su cambio de actitud sería un muy buen primer paso para trabajar esa creencia limitante.