Afortunadamente, no todo el mundo lo cree, pero desafortunadamente existe una realidad menos clara que dejamos de lado y de la que no nos gusta hablar. ¿Miedo a que a uno le quiten el puesto? ¿El hecho de sentirse superior frente a otros?
En cuestión de delegar, ¿temor a invertir y perder? ¿Es más complicado gestionar a una persona muy cualificada que a otra menos preparada? En muchos casos la brillantez provoca envidias, recelo, complejos, inseguridades… Pero, y la mediocridad? Ésta puede desembocar en situaciones muy negativas para la empresa: inhibe el desarrollo y las capacidades del equipo, desmotiva, genera frustraciones y sensación de no formar parte de un proyecto empresarial, ocasionando con todo ello una pérdida del talento.
Entre las recetas para alcanzar el éxito, creo hay que alejarse del conformismo y la mediocridad. Es mejor rodearse de los mejores para ir mejorando, aprendiendo y avanzando. De lo contrario, uno se puede hundir, o ser arrastrado por los demás. Sin duda, la suma de los esfuerzos redundará en un mayor éxito. Quizá en la coyuntura actual de crisis, los peores rasgos de las personas se estén acentuando, pero también los mejores de otras. Conviene acercarse a estas últimas.
Como elementos potenciadores resaltaría la transparencia, buena comunicación, la valentía, apostar por el talento y la innovación, aparcar el miedo, potenciar y premiar las actitudes sobresalientes y de esfuerzo y recuperar y transformar las actitudes mediocres, de conformismo, de envidia, de inmovilismo… No despreciar el conocimiento y en definitiva, apostar por la excelencia.