Creencia limitante en el mundo de la empresa: Si no presiono constantemente a mi equipo, no rinden.

Oliver Baumgarten

Creencia limitante en el mundo de la empresa: Si no presiono constantemente a mi equipo, no rinden.

Este tipo de comportamiento se puede observar en bastantes casos en el mundo empresarial. Suele basarse en la sentida necesidad de traspasar presión recibida desde un nivel organizativo superior sin filtro alguno o simplemente por el estrés que un líder se pueda autoimponer a la hora de intentar conseguir el cumplimiento de objetivos. Detrás de esta creencia existe un cumulo de pensamientos negativos a la hora de tratar con personas:
– Sensación de falta de autoridad. Un jefe tiene que presionar, es su labor.
– Falta de confianza en su equipo.
– Falta de conocimiento del personal a su cargo y sus posibilidades y capacidades.
– Sensación de pérdida de control.
– Miedo a quedar mal con su superior.
– Incapacidad de comunicarse con la gente.
– Haber aceptado objetivos para su área que no corresponden o sea no haberse negado en el momento oportuno.
Efectivamente es precisamente este tipo de comportamiento que al final lleva a limitar los resultados de este tipo de directivos. La constante presión provoca en el equipo la sensación de nada vale y nunca es suficiente. Se quita la posibilidad de vivir la buena sensación de haber cumplido, de haber hecho un buen trabajo que al final son sensaciones motivantes y son las que producen satisfacción laboral y personal.
¿Por qué entonces es común utilizar la presión como estímulo en el trabajo? Existen situaciones puntuales en las cuales cierta presión aumenta puntualmente el rendimiento de un equipo. Nos podríamos imaginar la organización de un evento llegando al día de la celebración con unos cuantos temas sin resolver. Entonces la propia fecha del acto nos obliga a encontrar soluciones válidas para que no peligre el acontecimiento. La presión en este ejemplo nos puede hasta ayudar en términos de encontrar soluciones más creativas. Todos hemos podido vivir alguna experiencia más o menos parecida y se nos ha quedado que la presión nos ha empujado a sacar un rendimiento más alto. Eso sí: hablamos de momentos puntuales y bajo ningún concepto continuado en un tiempo largo.
Habría que sustituir el pensamiento de “La presión garantiza un rendimiento óptimo” por “Un rendimiento óptimo se consigue sobre todo con motivación, implicación, reconocimiento y confianza en mi equipo y en mí”.

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