HISTORIA DEL IMPERMEABLE 33.404
Este texto debería llevar como subtítulo el de ‘Josep Pla y el feedback’, pero resultaría una
adición de conceptos tan antagónicos que cualquier lector crítico me podría acusar
(inteligentemente) de arrimar a mi ascua -esto del management de personas- de forma
irrespetuosa una figura merecedora de más respeto. Así pues, vamos al contenido del texto
dejándolo huérfano de subtítulo…
Todos estamos expuestos a recibir de forma imprevista una crítica a algo que hayamos
hecho o a algún aspecto de nuestra forma de ser, pensar o sentir. Incluso podemos recibir
una crítica sólo por ser: por ser algo en el aspecto racial, religioso, intelectual o similar que
disguste a quien efectúa la crítica.
La primera sensación que tenemos frente a una crítica no prevista, con independencia de lo
grave que nos parezca su contenido concreto, es la de desagrado, de molestia, ya que no
hemos elegido el momento para vivirla ni hemos preparado las herramientas de anticipación
con las que nuestra mente habría deseado controlar la situación.
Esa sensación de desagrado anticipa una o varias emociones encadenadas, que
probablemente van a moverse en un espectro que se extiende desde la vergüenza hasta la
frustración pasando por el enfado o la ira.
Podemos sentir vergüenza si descubrimos en la crítica que nos hacen algún contenido que
percibimos como fundamentado, o elementos que inciden en aspectos de nuestro
comportamiento ( u obra o proyecto…) con los que nosotros mismos estamos inseguros de
haber acertado. Vernos desnudados de la coraza externa que protegía esa inseguridad nos
genera la vergüenza súbita, inmediata a la crítica que la ha provocado.
Esta sensación inicial de vergüenza, que nos incomoda y nos irrita (aunque sea con
nosotros mismos) es el caldo de cultivo idóneo para que nazcan otras emociones
concatenadas a esta, en lo que Goleman describe como ‘escalada del enfado’…
El enfado y la ira son emociones derivadas de una necesidad de autoprotección que todo
ser consciente tiene: frente a la agresión (o la sensación de tal) nos dotamos de fuerza para
prepararnos de cara al enfrentamiento que va a venir. La descarga hormonal que provoca el
cerebro nos prepara para ello. Nada mejor para reforzarnos interiormente que identificar sin
el menor grado de duda al atacante, posicionarlo en ese papel, negarle legitimidad para
arrebatarme lo que él pretende con su ataque y colocarme a mí como el sujeto inocente que
ha sido agredido sin causa en esa situación.
¿Qué hacemos con este enfado? Asegurar nuestra posición y lanzar desde ella nuestro
ataque. Podemos dirigirla hacia el otro, y surgirá la venganza, o podemos hacerlo contra
nosotros mismos -culpabilizándonos de lo sucedido- generando frustración, ansiedad…
El mismo Goleman recoge varias de las alternativas de enfrentamiento al enfado, desde el
alejamiento del foco del enfado (ya sea una persona o una situación), la búsqueda de una
distracción, la liberación incontrolada de nuestra respuesta (dejarse llevar por el enfado,
‘liberarse’ de la tensión, una teoría hoy totalmente cuestionada), o el acercamiento cognitivo
a la causa del enfado. De esta última describe Goleman su eficacia cuando el grado de
‘agresión’ es ligero, y no porque el método sea sólo válido a ese nivel sino porque se
reconoce que más allá es difícil ponerlo en práctica… la emoción estará nublando nuestro
capacidad de reflexión.
Una herramienta liberadora de la tensión que genera el enfado es la ironía. Al ser una
herramienta basada en el conocimiento y la inteligencia tiene ese límite del que nos advierte
Goleman: no intentemos ampáranos en ella como única estrategia cuando el nivel de
enfado sea elevado.
Nos encontramos un ejemplo claro de todo lo que llevamos descrito en un pasaje literario
que nos proporciona un hombre inteligente y notablemente dotado para el uso del lenguaje.
Acudimos a “El cuaderno gris” de Josep Pla, un dietario que el escritor publicó en 1966
tomando como base su diario escrito en los años 1918 y 1919.
Para ponernos en antecedentes, tenemos a un joven Pla que se encuentra en los últimos
años de sus estudios universitarios en Barcelona, extenuando los últimos ‘duros’ que el
arruinado patrimonio familiar podía dedicar a dar estudios a los dos hijos varones. El joven
universitario desea una carrera literaria y cursa los estudios exclusivamente por el
compromiso como buen hijo, pero sintiendo que la falta de éxito literario le abocará a un
futuro profesional que le ‘da frío’. Como todo dietario, las vivencias, opiniones y congojas del
escritor están acotados por días. En uno de ellos nos encontramos el pasaje al que nos
referimos.
“4 de febrero [1919]
Joan Climent, que conocí en la Universidad -iba dos o tres cursos más avanzado- y que
encuentro ahora en la biblioteca del Ateneo, preparándose para las oposiciones de la
carrera consular, me devuelve los papeles de la “Historia del impermeable núm 33.404”. Me
dice que el escrito no le parece adecuado para el “D’ací iD’allà” [*]. Bien. De entrada, me
sonrojo. Este fue un papel elaborado por mí dos años atrás con gran premiosidad y que, de
hecho, había ya olvidado. Pero, lo cierto es que, de entrada, me he puesto colorado. In
mente me pongo como obligación no ponerme nunca más aunque se hunda la tierra.
Después reacciono y me reprendo. Veo que el juicio de Climent no contiene ninguna
injusticia. Es un juicio correcto. Siento la cantidad de horas perdidas escribiéndolo y no
haber podido disponer antes de un buen consejo. Pero tener un buen consejo ¡es tan difícil!
Si hubiese tenido la suerte de recibirlo, quizá, sin embargo, no lo hubiera aceptado por
orgullo, vanidad, pedantería, etc.
Realmente, escribir la historia de un impermeable es absurdo. Es clarísimo. No es difícil
verlo. ¿Qué interés puede tener una historia semejante?. Joan Climent tiene más años que
yo. Es un hombre de una gran cultura, de una bondad inagotable, de un gusto muy seguro.
¿Quién no le haría hablar llegado el momento?.
Yendo hacia casa, Paseo de Gracia arriba, me vuelve a ganar la depresión. Con la cabeza
baja, caminando, pienso que no llegaré a escribir nunca más y que tendré que dedicarme a
la carrera. Ante mi espíritu pasa el grupo anodino, inexistente, de mis compañeros de curso.
Es un grupo de chicos simpáticos, amables, inteligentes, que no tienen ninguna fibra. La
inmensa mayoría no llegarán a nada. Tendré que dedicarme a la carrera… Cuando pienso
en ello tengo una sensación de ser tan poca cosa, que me da frío. ”
A lo largo de El Cuaderno Gris encontramos a un Pla que está seguro de tener aptitudes
para la literatura pero que duda de su capacidad para encontrar el estilo adecuado con el
que plasmarlo y triunfar; imposible saber qué hay en el Cuaderno publicado que responda
exactamente a lo escrito en 1919 y qué hay de reinterpretado en 1966 por un Pla maduro y
en el dominio de su propio estilo. En cualquier caso, nos encontramos en este pasaje a un
joven seguro de sus fortalezas íntimas y acuciado por la duda de su capacidad para
demostrarlas. En esa duda se agarra el desánimo que le produce la certeza de la crítica:
pero son una duda y un desánimo que ya habitaban en él y que la crítica se limita a
remover.
Lo que es admirable del pasaje es la inteligencia con la que Pla despacha el contenido
formal de esa crítica, inesperada, desagradable, que le da su amigo, el tal Joan Climent
(más bien, conocido, tal como otras decenas de personajes que aparecen en el Cuaderno
Gris). Pla nos da una lección de cómo recibir este feedback inesperado: se queda con lo
que de acierto hay en ella (lo que él mismo ya conocía) y despacha cualquier conato de
enfado hacia su amigo con una ironía inteligente, socarrona, probablemente propia del
noreste ibérico. “Claro, hacer literatura con la historia de un impermeable, de las gentes que
lo van poseyendo, de las historias que les ocurren… no es posible! Ya… claro…”.
Esa forma inteligente de afrontamiento previene el enfrentamiento, permite la convivencia
de ambas formas de pensar y hace desaparecer desde el inicio el enfado. Viene a ser ese
“Gracias!” con el que se nos enseña en los cursos a recibir el feedback: tu crítica es un
regalo que me haces, y yo decido libre de prejuicios con qué parte me quedo.
Tal vez ahora, visto el contexto, lo del subtítulo no andaba tan desencaminado… Y eso que
Pla seguro que no sabía qué es eso del feedback, ni había ido a ningún curso empresarial
sobre ‘dar y recibir feedback’… pero la inteligencia siempre ha sido efectiva para afrontar la
vida.
(*) Revista literaria publicada en catalán a partir de 1918 y hasta la Guerra Civil.