
Coaching y Modelo Humanista / Psicología Positiva / ACT
He decidido basar mi reflexión/aportación en el Entrenamiento o Terapia de Aceptación y Compromiso (cuyo acrónimo es ACT. Leído “act”, no por siglas A-C-T). En mi caso, no sé si llamarlo aportación porque si algo he aprendido con la asunción y práctica de este modelo es que mis pacientes y clientes son capaces de absolutamente todo y que yo tan sólo los acompaño en su camino durante un período de tiempo, ayudándoles a “desempolvar”, desaprender, reaprender o adquirir nuevas herramientas. No los salvo ni los instruyo, no los formo, no les doy consejos y no les digo qué es lo correcto. De lo que sí estoy convencida es de que los aportes de todos ellos me mejoran como profesional y como persona. Por todo eso: MUCHAS GRACIAS.
Llegados a este punto, entiendo que penséis: “entonces, ¿a qué te dedicas? ¿Qué es lo que haces con tus clientes/pacientes? Mi resumen es el siguiente: los impulso a vivir la vida que ellos desean vivir (desde una perspectiva realista), comprometiéndose que las acciones que llevan hacia ella y aceptando el malestar que de manera inevitable surgirá en el camino. Y… ¿Cómo se consigue eso desde ACT? La respuesta es: de manera nada sencilla pero eficaz y absolutamente innovadora dentro de la psicología
En los abordajes clásicos recientes, se ha utilizado una herramienta muy potente en la modificación del comportamiento: la reestructuración cognitiva. Esta técnica, de manera simplificada, se basa en la detección de emociones y pensamientos surgidos ante una determinada situación y la modificación de estos pensamientos (generando alternativas más positivas o adaptativas), lo cual impacta en nuestra conducta y en la generación de nuevas emociones ante situaciones (futuras) similares a otras vividas en el pasado (modelo ABC de Ellis). De esta forma reducimos nuestro nivel de estrés y las disfunciones (físicas o mentales) asociadas al mismo, lo que hace posible una mejor adaptación al entorno.
No obstante esto no siempre funciona, e incluso el mismo intento de generar alternativas de pensamiento más positivas desemboca en la generación de emociones y conductas poco deseables o adaptativas. ¿Qué hacer en estos casos? Como práctica vanguardista dentro de la psicología y el coaching, y a su vez con un apoyo empírico abundante que sigue aumentando, el entrenamiento en ACT nos ofrece beneficios a largo plazo a partir del desarrollo de una actitud mental poderosa que nos permitirá responder con eficacia ante el miedo, la ansiedad y las dudas acerca de nosotros mismos. Para ello, esta práctica se asienta sobre tres pilares básicos:
- Valores, entendidos como nuestros deseos más profundos en relación al modo en que queremos comportarnos como seres humanos. Éstos actuarán como una brújula para guiar, motivar e inspirar nuestro comportamiento.
- Estar presente, basado en la observación de nuestros pensamientos permitiéndonos darnos cuenta de que tan sólo son hechos que ocurren en nuestra mente y que nosotros somos mucho más que éstos aunque a veces nos secuestren. El entrenamiento en ACT nos ayuda a separarnos de nuestros “pasajeros mentales”, permitiéndoles que vayan y vengan, y aceptar que nos acompañan en el camino sin necesidad de cambiarlos por otros más positivos o “echarlos” de nuestra mente.
- Emociones, abriéndonos a ellas, validándolas sin permitirles que nos arrastren, intimiden o nos echen para atrás y decidiendo, eso sí, qué conducta ejecutar una vez aparecen.
Y un compromiso:
- Compromiso de acción, que nos impulsa a llevar a cabo todas aquellas acciones que nos acercan a los seres humanos que queremos ser, cumpliendo a su vez, por qué no, los objetivos y metas asociados a ello.
La conjugación de todo ello da lugar a la flexibilidad psicológica o la capacidad de emprender una acción efectiva, guiada por valores, situándonos en el presente (aquí y ahora), con consciencia plena, apertura y foco que nos permitirá dejar de ser prisioneros de nuestro pensamiento, impulsándonos a seguir adelante sin bloqueos a pesar de las dificultades que puedan surgir en el trayecto. Esto nos permite vivir la vida y no “sobrevivirla”; nos permite zambullirnos en ella, no atravesarla de puntillas y, sobre todo: sentir la satisfacción de ser coherentes con nosotros mismos orientando nuestro pensamiento, emoción y conducta en una misma dirección sin tener que malgastar energía y desgastarnos en continuos esfuerzos por “volver al camino”.