
“DISONANCIA COGNITIVA”.
León Festinger, psicólogo social estadounidense, publicó en el año 1957 la obra “A Theory Of Cognitive Dissonance” donde exponía su teoría de la disonancia cognitiva. Más allá de lo que esta teoría pudiera suponer de revolución en el mundo de la psicología social me voy a centrar en lo que significa en el desarrollo de un proceso de coaching.
Digamos que lo que León Festinger nos señala en su teoría es que se nos produce un malestar psicológico cuando se nos presentan pensamientos contrapuestos o contradictorios, sobre todo, cuando uno de ellos va en contra de nuestras creencias y/o valores iniciales. Para evitar el malestar que se nos produce ponemos en marcha mecanismos para reducirlo bien, eliminando el nuevo pensamiento que entra en conflicto con el inicial, creencia o valor, o bien, modificando nuestra creencia para adaptarla a nuestro nuevo pensamiento.
Cuando oí en la formación recibida el concepto “Disonancia Cognitiva”, sin conocer previamente la teoría de Festinger, éste me llamó especialmente la atención y desde un inicio me pareció fundamental su aparición dentro de un proceso de coaching. La importancia de generar disonancias reside en facilitar al cliente alternativas de cambio. Que un cliente, a través de la intervención de un coach, pueda llegar a ver otra posibilidad de atender un problema y/o situación incómoda formulándose, él mismo, una nueva idea que se enfrente con su pensamiento inicial que le hagan ver posibles alternativas que hasta ese momento no era capaz de ver, es una gran oportunidad para que se produzca un cambio dentro del proceso.
Para generar disonancias se pueden utilizar múltiples caminos, herramientas, técnicas, pero yo voy a hablar desde mi experiencia personal en procesos en los que han aparecido a través de clarificar, transgrediendo lo convencional, y contextualizar, siendo capaz de generar nuevas visiones.
En uno de los procesos el cliente solo era capaz de ver una situación, que le producía malestar y frustración, ya que mantenía su gestión de la misma desde un punto de vista, desde un pensamiento. Más allá de que se pudieran generar, durante dos sesiones, alternativas, opciones y compromisos de acción para rebajar el malestar, éstos sólo mitigaban temporal y parcialmente el malestar pero sin llegar a cambiar el pensamiento, manteniéndose subyacente el problema. En la tercera sesión y una vez el cliente cambió su punto de vista, su observación, a través de una disonancia cognitiva, automáticamente el pensamiento se modificó, incorporándose a su razonamiento y, por lo tanto, aportando una nueva creencia adaptada a la situación que le generaba el malestar y que le llevó a poder afrontarla con relajación dejando al lado el malestar inicial.
En otro proceso, el cliente mantenía formas de pensar que le llevaban a imaginar situaciones futuras en las que no conseguía su objetivo ya que se repetían situaciones vividas en el pasado, las cuales, no habían sido favorables. A través de clarificar y descontextualizar, el cliente encontró una nueva alternativa de actuación que le podía llevar a alcanzar su objetivo. Una vez dispuso de una nueva opción se le presentó un nuevo pensamiento. Éste, le generó una disonancia cognitiva que, automáticamente le movilizó para modificar su pensamiento inicial, el cual no le reportaba el éxito buscado, abriéndose una ventana de cambio que le permitió adecuar su pensamiento inicial a la nueva situación visionada.
Para finalizar reiterarme en mi idea de que trabajar en los procesos de coaching sobre la generación de disonancias cognitivas es muy importante, por no decir fundamental, de cara a permitir que se generen oportunidades de cambio en los clientes, los cuales, se movilizarán hacia la reformulación y/o hacia la reafirmación de sus pensamientos. A la vez, como coaches, esta técnica nos ayudará a mejorar en la profundización, a transgredir lo convencional, a provocar, en definitiva, a trabajar fuera de la zona de confort, lugar donde residen los cambios.